lunes, 30 de agosto de 2010

Encuesta sobre la inquietud

¿Dónde se aloja la inquietud? Porque de repente, en medio de este desasosiego que me ronda desde hace dos días (un desasosiego con nombre y apellido, una inquietud bien conocida pero no por ello menos molesta) me asalta la duda de si a todo el mundo se le enrosca en el mismo lugar.

Así que propongo una encuesta sencillita: cuenta en dos palabras dónde se te enquista la inquietud cuando la tienes: ¿en la cabeza? ¿detrás de los ojos? ¿En los calcetines? ¿O se convierte en casa limpia y papeles ordenados? ¿Dónde colocas la inquietud cuando te asalta?

sábado, 28 de agosto de 2010

Riesgo

Acabo de hacer una cosa muy arriesgada, he corrido un riesgo tan grande que todavía tengo el estómago revuelto y la adrenalina corriendo por mis venas. Pero no me he tirado en parapente ni he hecho puenting, no he pilotado un ferrari por ninguna pista de alquiler ni he intentado domar un tigre. Tampoco he robado unas bragas en unos grandes almacenes ni me he ido sin pagar de ningún bar. Ni siquiera me he acercado a un hombre hermoso para hacerle proposiciones más o menos deshonestas. Realmente no importa qué es lo que he hecho, lo relevante es que para mí era un riesgo enorme. Y resulta curioso constatar que para cada uno de nosotros lo arriesgado se situa en diferentes lugares. Imagino que para los forofos de los parques de atracciones el Dragón Kan no tendrá secretos pero para mí es una barrera infranqueable. EStoy segura de que hay mucha gente incapaz de hacer lo que yo hago en mi trabajo, me lo dicen a menudo, y para mí es más o menos sencillo, no lo pienso y ya está. Otros viven del riesgo calculado, un riesgo muy variable que puede tener que ver con la integridad física o con la intelectual, eso no importa. Lo maravilloso, y lo aterrador si te paras a pensarlo es que en el fondo cualquier cosa, cualquer situación puede convertirse en algo muy arriesgado para alguien.

Estoy segura de que para muchas personas lo que yo he hecho hoy es su pan de cada día, lo tienen asumido y superado, pero esta es mi lucha particular.Todos batallamos con muchas cosas en nuestras cabezas, límites que no hemos elegido pero están, muros instalados en nuestras vidas, en el interior de nuestra mente, que nos impiden hacer ciertas cosas, abordar ciertos desafíos.

Es sorprendente que esos precipicios de algunos sean para otros míseras piedrecitas en el camino, o mucho mejor, veredas llanas bordeadas de árboles donde pasear tranquilos. ¿Qué te da miedo? ¿El ridículo? ¿La exposición a la mirada de los otros? ¿Su juicio? ¿O te da miedo lo de siempre, que no te quieran? ¿O es la muerte lo que te asusta? Todos estos miedos a veces se concretan en cosas muy tontas (atreverte a coger una moto, o hacer rafting, o bailar tangos, o escribir una carta, o recitar una poesía, o dar una charla, o subir a la montaña rusa, o decirle a alguien que le dejas, o le quieres, o quieres más de esto, o menos de aquello).

¿Sabes? Una vez me lesioné y no pude andar como antes durante más o menos un més. Desde entonces miro a los ancianos que cojean, a la gente en silla de ruedas, a las víctimas de hemiplejias que aun así caminan lentamente por la calle, como a heroes. ¿Te imaginas el esfuerzo que a ellos les supone el simple hecho de decidir salir a la calle, vestirse y maquillarse para ello, caminar a trancas y barrancas, no saber hasta dónde podrán llegar, tener que medir sus fuerzas, su trayecto antes de comenzar? Lo que para cualquiera de nosotros es una actividad a la que ni prestamos atención, para ellos es una montaña, un himalaya de obstáculos informes. Pero lo hacen, se tragan su miedo, sus dudas, reunen sus fuerzas y se ponen en marcha.

Para cada uno de nosotros el desafío, el riesgo, está en un lugar diferente. Y no se pueden medir unos riesgos con otros.

lunes, 23 de agosto de 2010

Coexistencia

A veces el cuerpo no se pone de acuerdo consigo mismo, y es extraño, porque para cosas mucho más complicadas y especializadas como hacer la digestión de una paella o gestionar los residuos tóxicos no tiene problema ninguno en organizarse.

A veces el tronco quiere dormir pero la cabeza da vueltas y vueltas como si la cosa no fuera con ella, perdida en sus locos laberintos de los que sólo ella sabe. Y mientras el estómago dice que tiene hambre y quiere que la mano y los dientes hagan algo al respecto pero tu energía no está para ponerse a rebuscar por la nevera. A veces tienes un sueño enooooorme y entonces tu vejiga decide que es un buen momento para deshacerse de la cerveza de la cena. A veces,en el momento del descando comienzan o correr culebrillas por el cuerpo que no sabes muy bien a qué se deben, pequeños y potentes riachuelos de energía rebullendo que te dificultarán dormir. A veces tu sexo se despierta de repente y se pone en contacto con tu cabeza por ese teléfono rojo que esos dos tienen para transmitirse los mensajes urgentes y ponerse de acuerdo, porque al fin y al cabo es sencillo alargar el brazo para tocar otra piel distinta que duerme a tu lado pero el resto del cuerpo está tan, tan cansado que las órdenes no llegan a los dedos. Y entonces sientes que estás formado por multitud de fragmentos independientes, cada uno con sus propias necesidades y prioridades. Y si te pones a pensar más te entra el vértigo porque en medio de todo ese berenjenal no sabes muy bién dónde estás tú, ni siquiera quien de todos eres tú.

¿No es extraño? Es cuando el cuerpo demuestra que es un compuesto, una idea, una sociedad gigante que vive junta porque le conviene,es cuando el cuerpo más se parece a una ciudad, donde siempre hay alguien con ritmo diferente al de la mayoría, multitud de seres con distintas inquietudes e imágenes de cómo debe ser la vida, el mundo, los próximos cinco minutos. Nuestras células viven juntas sólo porque les interesa, no porque se quieran, mucho menos porque nos quieran a nosotros que debemos ser para ellos como para la humanidad es la idea de Dios, algo que se intuye pero de quien no hay constancia.

viernes, 20 de agosto de 2010

tres de la mañana

No sé muy bien qué ha pasado pero tengo un claro desfase horario con el resto del mundo (entendiéndose como "resto del mundo" el reducidísimo grupo de personas con el que me relaciono). Cuando ellos se levantan yo estoy muerta de sueño, cuando voy a desayunar ellos ya andan por el almuerzo, las tardes se me hacen muy cortas porque tengo mucho sueño y aunque intento levantarme de la siesta a horario decente, mis ojos no se abren cuando yo quiero sino cuando pueden. Por las noches todos tienen sueño menos yo, que no sé muy bien que hacer conmigo, hay demasiado silencio como para ponerme a estudiar música, y demasiada confusión en mi cabeza para acciones intelectuales de más envergadura. Queda la lectura (a este paso me termino toda la biblioteca municial este verano) y la tele (que siempre me posibilitaría una tesis doctoral posterior sobre las infinitas maneras que nos proponen de perder el tiempo y la de dinero que se gasta por ahí para producir mediocridades).

Si viviera en una isla desierta (pero con biblioteca e internet) no tendría esta extraña sensación de ir con el paso cambiado, haría como se supone que hace "el buen salvaje": seguir mi instinto y comer cuando tengo hambre, dormir cuando me entra el sueño y tocar el chelo cuando me rota (no sé si "el buen salvaje" tendría chelo, la verdad). Tampoco sabría qué edad tengo y eso me evitaría muchos quebraderos de cabeza sobre lo que es apropiado o no a mi edad, y como no habría espejos (¿qué pasa? ¿Acaso las bibliotacas y los espejos han de ir de la mano?) tampoco me calentaría la cabeza sobre como pasa el tiempo por mi cara, aunque sí por mis manos,, esas puedo verlas sin necesidad de espejos. Podría sentirme como me siento sin plantearme si es lógico a mi edad sentirme como me siento, y podría sentirme guapa el día que me levanto con esa sensación sin tener que adaptar lo que siento a la imagen que me devuelve el espejo. Podría estar horas y horas leyendo, parando solo cuando me doliera demasiado la espalda (es lo que tiene leer tumbada), o escribir durante horas sin interrupciones de ningún tipo. O podría tocar el piano a las tres de la madrugada, eso sería genial!

Claro que se me atrofiaría la voz de no utilizarla más que para cantar en la ducha (o la cascada, no me he imaginado cual sería mi alojamiento), esa voz que mi madre ha descubierto hace muy poco que es bonita, como si nunca me hubiera escuchado hablar! (y eso es imposible, hablo demasiado cuando estoy en fase con el resto del mundo). Tampoco podría comentar las cosas que leo ni los absurdos descubrimientos que hago. Ya, ya sé que para eso tengo el blog pero definitivamente la escritura tiene poco que ver con el lenguaje hablado. Y no sé si sobreviviría sin supermercado.

En fin, que aquí estoy, desvariando en pleno desfese horario. ¿Soluciones?

lunes, 16 de agosto de 2010

Cuerpos

De mañana, en la carretera. Un hombre con una moto tipo trial me adelanta. Se mueve como si fuera uno con su máquina, hay algo de baile en el modo como se incorpora de nuevo al carril, me recuerda a los centauros que creyeron ver los indios americanos cuando vieron aparecer a los españoles sobre sus caballos. Inmediatamente me quedo prendada de su maestría, del modo como circula sin esfuerzo, sin conciencia ninguna del peligro, sin aspavientos ni chulería, con total naturalidad, de un modo totalmente distinto a como lo hago yo.

Me imagino entonces que me deslizo en el interior de su cuerpo, que meto mis brazos dentro de los suyos como quien se calza un guante, sólo para sentir lo que él siente, esa calma que le supongo, esa destreza que no parece aprendida. Me imagino sujetando el puño de la moto, mirando la carretera a través de sus ojos,la percepción un poco limitada por el casco, la altura un tanto intimidante de la moto...y de su cuerpo, absolutamente diferente al mío. ¿Cómo será sentir el viento en ese pecho amplio y plano?¿Cómo será sentir tanta seguridad como para soltar el manillar tal y como le estoy viendo hacer? Imagino entonces que es mi mano la que se suelta, imagino la misma sensación que sentía de pequeña cuando paseaba sola en mi bici creyéndome la dueña del mundo y mi destino.

Y si realmente pudiera introducirme en su cuerpo como quien se pone un disfraz ¿qué más cosas descubriría? ¿Cómo será habitar ese cuerpo grande, masculino? ¿Qué vivencias, aparte de las más obvias, proporciona un cuerpo de hombre que no me pueda dar mi propio cuerpo? ¿Y cómo serán esas experiencias "obvias"?¿Qué vivencias nunca tendrá él por no tener un cuerpo como el mío? ¿Y cómo se verá el mundo a través de su mirada? ¿Cogerá los vasos como los cojo yo? ¿Le sabrá el pollo igual que a mí? ¿le llamará "azul" al mismo color que yo? ¿Cuando diga "amor" o "sexo" o "cansancio" se referirá a los mismos conceptos que yo? ¿Sentirá frío a la misma temperatura que yo? ¿Le dolerá el dolor como a mí? Y según me hago preguntas me doy cuenta de que no es sólo un cuerpo, es un laberinto infinito por el que que deambulo, con salas y salas distintas, diferentes, un lugar inmenso en el que resulta muy fácil perderse.

Pero estoy conduciendo y él va más deprisa que yo,una moto se mueve con más agilidad que un coche, así que lo pierdo de vista sin llegar a conocer su nombre, sin ver su cara, sin saber del color de sus ojos, sin que llegue a saber nunca que viajé con él sobre su moto, que estuve de algún modo dentro de él. Ya ves, infinitos universos que aparecen donde menos te lo esperas.

jueves, 12 de agosto de 2010

Estímulos

Hay niños en la bañera que han decidido no lavarse el pelo hasta que no me ponga borde, hay cenas por hacer y un huevo solitario cociéndose en un cazo rojo, hay gotas de lluvia cayendo en el portátil y viento y calor infame, hay un hombre que estudia oboe cerca mío, hay estrellas pero pocas y una isla enfrente mío que solo se adivina por las luces de las casas y las boyas que marcan la reserva marina. Hay pelo suelto que se me pone por delante y que está mojado todavía, a este paso incluso hay un incendio de camino si no le hago caso al huevo abandonado sobre el fuego.

Hay tres libros que saqué hoy de la blblioteca y que absorberán mis días aunque no quiera, hay camas por hacer y suelos que barrer y lavadoras que poner. Hay cervezas, muchas cervezas que acabarán en mi hígado por más que me proponga lo contrario. Hay fiestas en proyecto, y fuegos artificiales, y cumpleaños infantiles, y comidas familiares multitudinarias. Hay relatos que no se dejan escribir, instrumentos musicales esperando su momento, técnicas que precticar, series que ver en tv.

Hay posibles viajes que no sabemos si verán la luz, posibles mudanzas que se alejan en el tiempo en vez de acercarse, hay listas de compra (de comida, de muebles, de adornos, de electrodomésticos), hay nubes en el horizonte, y tristeza en el presente, e incertidumbre laboral que me inquieta levemente y que no pienso abordar hasta que pase agosto, hay una hamaca que se ha roto, y un patio lleno de hojas, y muchas plantas que regar, y recibos que pagar, y ropa y juguetes y papeles que ordenar. Hay cucarachas que aparecen en nuestra casa volando por la ventana, y pelusas bajo la cama, y algunos zapatos que tirar, y bastante ropa que planchar.

Hay que madrugar aunque sea verano, y pensar en la comida del día, y sacar dinero del cajero, y transportar gente, y transportarme yo, y charlar con la familia, y ayudar en lo que se pueda y.....sí, parece que esto es la vida real.

lunes, 9 de agosto de 2010

Safari

Una lagartija aparece de repente a mi lado, no sabe de mí o no le importo, está absorta en una enorme (y repulsiva) hormiga con alas que no sabe que su vida corre un peligro inminente. Como este tipo de hormigas suelen aparecer en enjambres mi corazón está absolutamente de parte de la lagartija, aunque su aspecto no sea precisamente de pasarela de moda. Si en vez de un reptil fuera una persona todos consideraríamos de muy mal gusto aparecer con las tripas trasparentándose a través de nuestra piel. Eso no se le permite ni a los pálidos más pálidos del hemisferio norte. Pero ella no sabe de convenciones sociales, ni siquiera ha visto nunca un espejo, y si lo ha hecho seguro que confundió su reflejo con un congénere, así que no debe tener ningún tipo de complejo sobre su apariencia, qué suerte la suya!

Ahí la tienes, diminuta y terrible, inmóvil, esperando que la hormiga cometa un error en su deambular mareada por la luz de mi lámpara. Aquí me tienes, mirando, sintiéndome incluida en un documental del National Geografic pero sin leones (y sin viaje ni aventura, no sé si compensan las comodidades frente a la intensidad de la experiencia, pero menos da una piedra).

Tal y como me temía la la puñetera hormiga no aparece sola, trae dos amigas más y eso confunde a mi cazadora (a estas alturas me he erigido en una especie de entrenadora, de mentora en la sombra, por más que no tenga ni idea de cual es la mejor estratagia para que mi lagartija a la que no pienso ponerle nombre -odio cuando hacen eso en los documentales- me libre de la plaga y de paso tome su cena).

En vista de que mi luz parece atraerlas y estoy al lado de un jardín que imagino repleto de ellas y demasiado cerca de la lámpara, decido facilitarle la cosa a mi lagartija, que a estas alturas ha seguido a su presa hasta el suelo y se ha quedado deblada de un modo extraño después de un salto vertiginoso (para ella), quieta, seguro que luego le dolerá la espalda. Así que bajo la luz, es decir, intervengo en lo que veo, me adentro en el documental y, como era de esperar, la cago: la lagartija no entiende en absoluto por qué la luz se mueve de repente y decide que es más importante salvar el pellejo que cenar hormiga (al fin y al cabo no le cabe demasiado cerebro en esa cabecita transparente) y las hormigas se repliegan y se marchan.

En fin, a veces es mejor observar y dejar que las cosas pasen, sobre todo cuando estás metida en un documental.

domingo, 8 de agosto de 2010

Sensatez

Me gustaría ser una persona sensata, de verdad, me gustaría mucho ser una persona sensata. El tipo de persona capaz de valorar en su justa medida cada situación por la que pasa, capaz de reaccionar en el punto justo, del modo justo, con la pizca exacta de emoción, con la parte justa de razón, la ecuanimidad en persona, esa me gustaría ser.

Me encantaría ser la clase de persona que sabe elegir sin ningún tipo de duda el menú para una cena formal en su casa, una mujer que sabe maquillarse para cada ocasión, un hombre que sabe si toca corbata o no en cada evento social. Alguien que sabe combinar los alimentos para dar a su familia una dieta variada, saludable y equilibrada, que sabe elegir los mejores productos del mercado, que sabe qué plan de jubilación es el mejor y se las arregla para pagarlo todos los meses.

Quisiera ser una de esas personas capaces de establecer objetivos a largo plazo y dar los pasos, infinitos, aburridos, inacabables pasos para conseguir llegar a donde quieren ir. Incluso me gustaría ser una persona que sabe dónde quiere ir, eso sería genial!

Me gustaría que la gente me consultara cualquier cosa por considerarme una persona sensata...bueno, eso ya me ocurre, y no lo entiendo muy bien, debe ser que tengo el caparazón de las personas sensatas aunque tenga el interior de alguien mucho más perdido, más loco, más emocional, ingenuo e infantil, una especie de cangrejo con alma de medusa. Pero quizá tengo esperanza, ¿no?, por lo menos por fuera parezco sensata y la gente suele quedarse con la apariencia de las cosas más que con su esencia real así que me preguntan por menús, corbatas, objetivos, precios del mercado de valores y del mercado de abastos y yo me pongo contenta porque durante un ratito pequeño puedo fingir que soy sensata, que la sensatez es lo mío, que nací para esto, durante un ratito puedo imaginar otra vida más serena, más tranquila, más plana, más...normal. Durante un ratito puedo fingir que no soy yo, descansar de mí para volver luego a mi montaña rusa particular con renovadas fuerzas, con más risa, más ideas, más dolores, más emoción, más yo. Porque no sé ser otra cosa más que yo. Y yo, qué le vamos a hacer, no soy sensata.

martes, 3 de agosto de 2010

No muy bien

No sé cómo me siento, bueno sí, no muy bien, pero dentro de "no muy bien" caben muchas cosas: la gripe, un martillazo en el dedo, la resaca de una pelea, un atasco cuando llegas tarde a algo importante, un trabajo que es solo alimenticio, una relación de pareja que no lleva a ninguna parte, la tapa del piano cayendo sobre tu mano mientras tocas, una patada involuntaria a una piedra llevando sandalias, una mirada reprobatoria por parte de alguien a quien admiras, una intoxicación alimentaria, un retortijón de tripas en un momento romántico, un gusano en tu manzana, no encontrar el móvil por ninguna parte antes de salir de casa, una discusión idiota con tu hermana, una salida de tono de tu padre, un chiste malo contado en un mal momento, un mordisco autopropinado a tu propia mejilla...

Pero ¿cómo se llama este, digamos, malestar difuso que nada tiene que ver con la salud, que tiene un punto de partida muy concreto que no se cómo definir, cómo se llama esta sensación de tener en el centro de mi cuerpo una piedra....no, no, no, un gato, no, una enorme bola de pelusa, o un hueco oscuro, o una pequeña hoguera o... o...o yo qué sé qué es lo que siento?

Si tienes rabia, gritas, insultas, saltas, golpeas un cojín, sales a correr un rato, o te poner a cavar en el jardín , en cualquier jardín. Si tienes ganas de llorar te pones música triste, escribes en tu diario, ver pelis dramáticas, agarras unos pañuelos y te concentras en todo lo malo para que salgan las lágrimas y poder pasar a otra cosa. Si estas contento, contenta, bailas, ríes, juegas a ser una increíble estrella de cine, hablas contigo misma en voz alta. Si tienes hambre, comes. Si tienes sueño, duermes. Si necesitas ir al baño, vas con algo que leer. Si quieres compañía llamas a un amigo. Si quieres sexo, te jodes.

Pero si no sabes qué te pasa, si sólo es algo no muy bueno, pero no muy malo, si no sabes definir la causa aunque sepas definir el comienzo, si prefieres no dormir, si no quieres comer, si no te apetece distraerte, si mirarte un rato no sirve para que te aclares, si bailar no es la solución, ni escribir, ni charlar, ni trabajar un rato, ni cavar, ni ir al baño, ni es hora de salir a pasear, ni nada de lo que se te ocurre tiene ningún sentido, ¿qué haces?. Sólo una cosa: quedarte donde estás.