sábado, 26 de junio de 2010

Intranscendencias

Hoy podemos hablar del tiempo, de si este verano es más o menos caluroso que el del año pasado, como si nos encontrármos en el ascensor de tu portal o del mío y llenáramos el tiempo de palabras para no sentirnos ni demasiado solos estando acompañados ni demasiado cerca. O podemos comentar el partido, hablar de cómo nos va en el mundial, de si las decisiones de Del Bosque son o no acertadas, de lo que hubieras hecho tú de estar en su lugar, de si merecimos o no cada uno de los resultados de los tres partidos.

Podemos comentarnos la última película que nos gustó, decirnos que era muy buena, que la fotografía, los actores, la música, la historia, hablar de ellas de un modo displicente, para expresar sin llegar a decirlo que fue una experiencia importante, que nos tocó, jugar a través de una conversación sobre cine a mostrarnos sin mostrarnos, a revelarnos sin que el otro sepa que los estamos haciendo.

Podemos comentar una noticia de actualidad, la que prefieras, algo no demasiado doloroso, algo indignante mejor, la indignación está bien vista socialmente y no duele, podemos pasar así el rato, hablando de cosas lejanas que no nos tocan en realidad aunque parezca que sí.

Podemos salir a cenar para reir intrascendencias, para contar muy veladamente sinsabores y duelos cotidianos, tan veladamente que nunca podrás hacerme jurar que yo dije nada de lo que tu entiendas.

Podemos hablar de los niños, los niños son muy socorridos, nos permiten vernos como responsables, entregados, amantes, padres desbordados o amorosos, nos permiten mostrar una cara adulta y aparentemente serena, proque no contaremos nunca de verdad y hasta el fondo aquellos momentos en los que nos comportamos con ellos como ogros, el dolor que todavía nos produce sabernos monstruos intermitentes, o fantasmas alejados de sus risas, viviendo en el Polo Norte de los sentimientos y fingiendo que escuchamos lo que dicen.

Podmos emborracharnos, jugar a la nintendo, tender la ropa, ordenar los armarios, organizar la semana, barrer el suelo, planchar la montaña de ropa atrasada, ir al gimnasio, buscar una academia, hacer de taxista familiar, estudiar el instrumento... Podemos hacer cualquier cosa que tú quieras, cualquiera que me permita esconderme de un modo elegante, cualquiera que no implique que te cuente como estoy. Porque hoy no quiero hablar de eso, no quiero hablar de cómo estoy.

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