Estoy de resaca. No es una resaca de alcohol sino de poco dormir. Ayer, en la playa, esperamos a las doce para comenzar con los rituales de la noche (la quema de papeles con lo que queremos eliminar de nuestra vida, el salto de las siete olas pidiendo siete cosas buenas y, claro, el baño nocturno) y hoy estamos todos para el arrastre.
Es curioso el velo de irrealidad que se instala entre nosotros y la vida cuando estamos resacosos. Todo se vuelve más lento, más blando, más pesado y parece como si la gente no supiera hablar bien porque nos cuesta entender lo que dicen. La cabeza se va de paseo a menudo sin que nos demos cuenta y nos descubrimos de repente a mil kilómetros de donde estamos, a veces enganchados en una frase, un color, una idea, un recuerdo. Y mientras la vida sigue a ritmo normal pasando por nuestro lado, como si tuviéramos amnesia y nos quedaran agujeros, lagunas en nuestra linea de tiempo.
El cuerpo también está distinto, más mazacote, más torpe, más, mucho más pesado. Pero también tiene una sugestiva cualidad lánguida, queda de repente la mar de bien tumbado sobre cualquier superficie plana más o menos mullida. Nos dan ataques de mantas, cojines, edredones, como si nuestras células necesitaran suavidad, blandura, como si el cuerpo nos pidiera nube, abrazo, olvido, paz.
Por eso en estos días los menores contratiempos se nos vuelven montañas gigantes imposibles de rodear, cualquier movimiento rápido es una afrenta, cualquier ruido un insulto, cualquier demanda de trabajo una crueldad tremenda. Quizá es que cuando nos ponemos así nos volvemos un poco gatos, hermosos, sinuosos, despistados, elegantes y vagos.
Dicen que antes en las islas Hawai la gente entendía perfectamente que a veces nos ponemos tristes y necesitamos bajar el ritmo, estar solos, descansar. Cuando eso le ocurría a alguien el resto sencillamente le dejaba espacio y asumía sus tareas hasta que se encontrar mejor, ya sabéis, hoy por tí mañana por mí. Sería estupendo que eso pasara aquí (por lo menos sería estupendo que pasara cuando somos nosotros los cansados!). Imaginad unos de estos días en que te descubres pesada, cansada, resacosa de no se sabe qué y pudieras quedarte en casa en soledad, sin hacerte cargo de nadie ni de nada, leyendo, dormitando, viendo en la tele lo que te apetece, comiendo a ratos y bebiendo muchos zumos, tumbado evidentemente, descansando sin más y sin remordimientos. Para mí sería el paraíso (y para algunos que conozco el infierno en la tierra!).
Pero a falta de vivir en Hawai descansemos ahora, cuando por fin es de noche y la mayoría podemos descansar un ratito antes de fundirnos en negro hasta reaparecer mañana. Porque es cierto, mañana será otro día.
Buenas noches, cansados y resacosos del mundo.
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