viernes, 26 de septiembre de 2014

Intuición


      La intuición parece funcionar en mi en dos modalidades muy distintas según se trate de intuir para otros o para mí misma. Cuando miro a otros, cuando me dan permiso para ver, veo con claridad. Y normalmente aparecen imágenes en movimiento que me cuentan cosas, metáforas que no tengo necesidad de interpretar porque junto a ellas aparece claro el significado. A veces irrumpe un malestar físico, un pequeño dolor, o unas arcadas, o una opresión en una zona del cuerpo que me llaman para que me fije. Ahí hay otra historia que quiere ser reconocida, contada, aliviada. Yo sencillamente me pongo en situación de mirar y veo. Y luego explico. Fin.


      Pero conmigo misma la intuición no suele aparecerse como una película, son más bien ráfagas rápidas de un algo que apenas si tiene palabras y que nunca tiene una imágen. O eso me parece, porque es todo tan rápido, tan al borde de la consciencia, que no consigo saber con claridad qué se me muestra ni en qué forma.

      Esta mañana por ejemplo, sentía que no quería hacer un trabajo que me había propuesto el día anterior, no quería hacerlo. Y se aparecían ante mí mil reacciones diferentes: razones para cumplir con mi deseo de posponer, recriminaciones por no hacer lo planeado, sentimientos encontrados, dudas, movimiento interno y quietud externa... Al final decidí posponerlo para el lunes pero primero iba a recabar la información necesaria hoy para ponerme a ello a primera hora de la semana. Entonces llamé a quien tenía que recibir el resultado de mi trabajo, y esta persona me contó que no era necesario hacerlo hasta junio.

      Así que era cierta mi...¿intuición? de no mover, de no hacer, pero no me he creido a mi misma hasta que no he tenido la certeza externa. Se por experiencia de mucho tiempo que, en general, cuando sigo mis impulsos sin cuestionarlos, impulsos que van desde lo más trivial (lávate los dientes, depílate las piernas, recoge la cocina...) a cosas más aventuradas (haz tal llamada, envía tal carta, compra tomates, recoge la ropa tendida...) las cosas fluyen y reconozco al cabo de los días la razones para muchos de esos impulsos que no tienen razón previa. 

      Pero son años y años de oír que la intuición no existe, de escuchar,  y creer, que no soy fiable, que mis percepciones son erróneas o por lo menos aventuradas, que las cosas han de tener razones claras y fácilmente explicables, que el mundo es solo lo que se ve con los ojos...y me doy por vencida y desconecto dejando pasar el momento. 

      Es muy sencillo en realidad: subirme a la ola de la vida y dejar que me lleve, u oponerme a ella por qué no sé explicar con claridad qué es lo que la
produce, quedándome estancada a la orilla del mar. Intuición frente a razon. No se cómo compaginarlas, pero estoy en ello.

1 comentario:

  1. Qué bien que regresas a tus 21 días.
    Recogerlo todo, no oponerlo sino dejar que se complementen, hacer caso a veces a la intuición sin esperar a que la razón emita su juicio, y al revés, o dejar hacer a las dos. Yo también intento hacer eso. No hay recetas simples (lástima o maravilla, dependiendo del día, eso pienso) para esto como para tantas otras cosas. Pero una pistita a veces se agradecería ¿no?
    Besos grandes,
    Magda

    ResponderEliminar