jueves, 31 de marzo de 2011

Lo que el ojo no ve

A una palabra, una sola y simple palabra, todo se ha vuelto blando: las calles por las que camino, las casas, los semáforos, las verjas de los colegios, las plazas, las fuentes, las estatuas, los pasos de cebra, el propio asfalto, las aceras, los muros, los bancos de los parques, las palmeras...

Brilla el sol en lo alto, parece que nada ha ocurrido pero no es cierto. Con una sola palabra todo es distinto, todo ha cambiado, de un modo sutil, de un modo maligno, todo es distinto. Camino por los lugares de siempre con el miedo de dar de repente con una parte blanda del suelo que me hará tropezar y caer, que incluso podría tragarme entera. No me atrevo a apoyarme en las fachadas de los edificios por lo mismo, cualquiera de ellos podría haberse convertido en una ilusión, podría tragarme, engullirme del todo, hacerme desaparecer en medio del gentío.

Sonrío, todo el mundo sonríe, los pájaros, inexplicablemente, siguen piando por la mañana, y el sol sigue saliendo com si nada. Hacemos compras, preparamos la comida, decidimos convivir con la suciedad del suelo, hacemos las camas y ponemos lavadoras, miramos la televisión, comemos, comemos mucho...y reímos todo el tiempo, lanzando cables bajo las sonrisas para que los otros encuentren un lugar donde amarrarse, para salvarnos todos juntos, para decirnos que nos queremos y que nos tenemos, para acompañarnos en el miedo y a zozobra.

Todo sigue igual pero todo es distinto. Todo cambió con una llamada de teléfono, con la poca información que cabe en una inspiración, con una sola palabra que se repite todo el tiempo en mi cabeza como un mantra volviéndolo todo blando, todo hermoso, y traicionero, y blando, y peligroso, todo efímero y terrible.

domingo, 20 de marzo de 2011

Angel

Me mira llorar sentada enfrente de mí, con toda la luz del mundo en sus ojos hermosos. Lloro y lloro mientras ella me mira todo el tiempo, sonriendo, toda la ternura del mundo vive en su boca y en sus manos. No me abraza porque sabe que no quiero que lo haga, la prefiero ahí, mirándome todo el tiempo, esperando, tranquila ante mi explosión absurda, sin un atisbo de incomodidad o desaliento. Está conmigo pero no se convierte en mí, no me pregunta, no me consuela con la esperanza de que me calle, sólo mira, sonriendo, siempre sonriendo.

Alarga el brazo para acariciar despacito mi mano, recordándome sin palabras que hay un mundo ahí fuera, se sienta a mi lado para ofrecerme un pañuelo cuando lo necesito, y nos reímos juntas en medio de mis lágrimas de tanta pesadumbre, de tanto sentimiento sin razones obvias. No importa el tiempo, con ella nunca importa el tiempo, no tiene prisa, está aquí, eso le basta, parece bastarle: mirarme, tocarme despacio la mano, sonreír, viajar conmigo por lo que siento sin dejarse llevar del todo, para que una de las dos haga de ancla, para recordarme el camino de vuelta a casa.

Me quiere, eso me salva, me quiere de cualquier manera, no espera que cambie, no me pide que mejore , no me dice que he hecho mal. Sencillamente me mira y sé que me quiere. No sé por qué, no sé qué vio en mí ni por qué está conmigo, no sé cómo pude vivir sin ella hasta ahora.

Mi ángel Gabriel.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Espejo

Flotaba en un inmenso espacio negro, dormía quizá. Estaba tranquila, un poco ida, dejando suelta mi mente, ignorándola, sencillamente flotaba tranquila. Y poco a poco apareció una luz amarilla que lo fue inundando todo, una luz que me despertó si es que estaba durmiendo, una luz que me volvió consciente y centrada, serena y tranquila. Y de esa luz apareció una cara, el rostro de una hermosa mujer con el cabello negro muy largo y liso. Me miraba sonriendo y yo sonreí también porque la conocía.

Se acercó a mí y me besó levemente en los labios y me dí cuenta de la falta terrible que me había hecho ese beso. Le pedí sin palabras que me abrazara y se acercó despacio, casi con timidez, la misma que sentía yo, y puso su mano caliente en mi pecho. Yo toqué su rostro con reverencia, acaricié su mejilla, pasando el dedo desde la sien al mentón, reconociendo su cara, maravillada de no haber apreciado antes su belleza, . Ella sonrió más abiertamente y, colocando los brazos en torno a mi cuello, me besó profundamente. Luego se separó de mi ligeramente para mirarme a los ojos, sonriendo siempre, volviendo a poner la palma de su mano sobre mi pecho.

Y de repente noté que estaba tumbada de espaldas en medio de esa luz de paz, con los brazos en cruz, y que en cada una de mis manos tenía una fruta, una naranja quizá, o una granada, y de mi corazón brotaba una planta verde tan etérea que era casi transparente. Sentía tanta paz, tanta alegría, tanta serenidad que me hubiera quedado allí una eternidad. Pero no pudo ser.

Fuimos juntas a la ducha, y todo era igual pero distinto, nuevo, profundo, todo era tan lento, tan hermoso...Y de su mano recordé lo buena que es el agua caliente, y la sensación de estar rodeada de piel, y la maravilla del contraste con el frío de fuera. Y la calma infinita de moverme despacio, de estar callada, las dos solas en medio de una multitud de mujeres charlando, juntas, cogidas de la mano y mirándonos a los ojos todo el tiempo. Y la sensación de liviandad, de alivio que ella me procura con solo mirarme, y la certeza de estar donde debo estar, de que con ella estaré siempre en casa.

Desde entonces esa mujer hermosa me acompaña todo el tiempo, está detrás mío leyendo lo que escribo, me abraza y me consuela, me dice que no estoy sola, que nunca estoy sola. Y sonríe todo el tiempo. Eso y su calor son lo mejor de todo.

viernes, 11 de marzo de 2011

No te muevas

Ruido, hay demasiado ruido en mi interior, demasiadas cosas fuera, demasiados estímulos que me hacen daño, que me llevan a lugares en los que no sé si quiero estar. Cuando me dejo llevar me pierdo, no sé en quien me convierto, quien soy. Tanto tiempo, tantos años buscándome para desperdiciarme ahora de este modo raro, dejando de ser quien imagino ser.

Prefiero quedarme aquí, encerrada, entre mis cuatro paredes repintadas, asomándome al mi mundo a través de la ventana de mi ordenador, mirando sólo lo que quiero ver, sabiendo que si no me muevo, no voy a sentir nada extraño, podré controlar cómo late mi corazón, qué piensan mis neuronas, que siente mi coño.

Quedarme, quedarme aquí, quedarme quieta, no moverme, o fingir que lo hago, jugar a cambiar de lugar sin hacerlo, quedarme quieta, no mirar, no escuchar, no sentir nada que no esté dosificado, controlado, nada que no pueda digerir.

Cavo un hueco muy hondo en el centro del salón en que meterme, en el que estar a salvo de las bombas, las palabras, las miradas, a salvo de mi propio juicio, de mis expectativas, de mi cabeza hirviente, de mi energía

No te muevas, no te muevas, no te muevas, no te muevas y estarás a salvo. Muerta pero a salvo.

viernes, 4 de marzo de 2011

Puertas que se cierran

Oigo palabras que llegan desde muy extraños lugares: un libro anodino, una canción insospechada, una película hermosa... Palabras que alguien me dice sólo para mí, como si el mundo, el universo, estuvieran intentando recordarme algo que he olvidado, algo obvio y liviano, algo sencillo y difícil, un paso, un mapa, un camino.

Se me ocurre de repente, en medio del baño, que quizá debo quemar mis naves, dar un paso irrevocable, carbonizar en una hoguera silenciosa todo lo viejo, lo que ya no sirve. Porque si no lo hago yo, nadie lo hará por mí. Me quedaré desnuda en medio del viento, es cierto, y no sé muy bien qué voy a hacer, ni donde acabará todo este jaleo, esta inmolación subterránea, pero no es eso lo que me asusta, más bien tengo miedo de volverme a engañar, de prometerme un algo que no voy a cumplir, dejándome a mi misma huérfana en medio de la nada, o peor, en medio de este hastío que me tiene harta.

Se me ocurren preguntas: ¿vale todo? Y una voz me contesta enseguida que no, no vale todo, hay cosas que son trampa y cosas que no, y no vale hacer trampas. Porque si las hago estaré de nuevo al comienzo del laberinto, sabiendo que no me creí, sabiendo que no lo intenté de verdad.

¿Sabes? Si no me comprometo, nada importa. No puedo fallar, es cierto, pero así tampoco valen los logros, resultados que salen por casualidad, por carambola, algunas cosas buenas, algunas malas, nada que me haga sentir orgullosa. No sé si me equivoco, si no estoy cayendo en el viejo vicio de considerar que sólo lo que cuesta esfuerzo vale la pena, pero no tengo tiempo de seguir teorizando, porque mientras lo hago, mientras huyo de las mil maneras que conozco, la vida pasa por mi lado sin esperarme. Me muero, como tú me estoy muriendo, no tengo tiempo para tonterías.

Quizá esto debería ser una despedida, no lo sé, el corazón cambia, los sentimientos cambian, los anhelos, los placeres, los dolores, los agarres, los placebos y los fardos cambian, lo que vale para hoy es nefasto para mañana, así que por si acaso no te diré adiós, sólo buenas noches, duerme bien, descansa, amor, hay mucho por hacer, mucho papel que descubrir, mucha agua en la que navegar, mucha gente a quien besar.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Intangible

Estaba radiante, hermosa con ese abrigo negro de pelo largo que nunca tuvo, el pelo cardado como recién salida de la peluquería, un poco más alta de como era, un poco más grande. Tan brillante...

Nos abrazamos con alegría, hacía mucho que no nos veíamos, pero una vocecita dentro mío decía que algo no cuadraba. Aun así preferí dejarme llevar por el momento, la alegría del reencuentro, sus brazos cálidos, su aprobación a prueba de golpes.

No sé por qué nos encontramos en medio de la calle, al doblar una esquina, pero fue una grata sorpresa. Después de eso no la recuerdo mucho más, debía estar entre toda la familia, el barullo de gente, la tristeza por lo ocurrido, y la pena anticipada por lo que imaginábamos que ocurriría poco después.

Es curioso, cuando sueño con ella siempre sé que es un sueño, y suelo alegrarme mucho porque no la veo desde que murió, un lejanísimo 18 de Diciembre de 1992. Cuando nos encontramos en ese otro mundo intangible solemos reirnos, nos abrazamos, y se palpa entre nosotras una corriente de amor muy especial, vuelvo a ser pequeña entre sus brazos, me sé a salvo de cualquier zozobra, sé que ella no va a juzgarme nunca. Y me encanta vela feliz por tenerme de nuevo a su lado.

Por eso fue extraño, no saber lo que pasaba pero intuirlo, verla tan distinta, una mujer de mundo elegante e incluso sofisticada, algo que a ella le hubiera encantado ser pero que nunca fue. Eso sí, a su manera, era de armas tomar, una especie de pantera amable y desatada, de risa fácil e ira violenta y pasajera. La quería mucho y sin embargo no suelo acordarme demasiado de ella aunque sé que mis células la tienen grabada a fuego. No sé si le gustaría quien soy, seguramente sí, ella me apoyaba en todo, incondicionalmente. La echo de menos, a ella y a su carcajada explosiva y simple.

martes, 1 de marzo de 2011

Invalidez y letargo

Me siento al borde de la carretera y espero, no sé muy bien qué espero. Que pase un coche, supongo, que pare a mi lado, abra la puerta y me invite a subir. Que me lleve a un nuevo lugar, a ese en el que quiero estar, ese lugar concreto en el que quiero estar. Pero es absurdo: ¿por qué iba a aparecer un coche a mi lado y decidirse a parar? ¿por qué me invitarían a subir? Y, sobretodo, ¿por qué imagino que me llevarían a donde quiero ir, exactamente a donde quiero habitar?

Pero es más sencillo quedarme aquí, por lo menos lo era al principio, esperar, siempre esperar, para poder decir que no fue culpa mía, que simplemente no pasó porque no tenía que pasar. Esperar sin tener que luchar, esperar. Parecía un buen plan.

Pero descubro un día que hay un charco debajo de mí, que me estoy disolviendo en la nada, absorbida por la tierra, que desaparezco, un liquido espeso y maloliente que no sirve ni para alimentar a las plantas, un charco, nada.

Dicen que todo ocupa su lugar, quizá este sea el mío, al borde del camino, mirando correr al resto, esperando a morir para convertirme en un buen soporte de alguna enredadera, un montón de huesos blancos al borde de la carretera sosteniendo una tomatera silvestre, una planta que también cumplirá su función alimentando a alguna de esas almas que sí sabe caminar, que recorre el asfalto como si conociera su destino. Todo tiene su lugar, es cierto, pero yo no me resigno al mío.

Mi corazón deshilachado

Los lugares en los que pude estar pero no fuí, las miradas que pude coleccionar pero olvidé apuntar, las palabras hermosas, claras, certeras, que quise decir pero no me atreví, los cuerpos infinitos que necesité tocar pero no creí merecer, las mañanas brillantes que no me bebí, los pasos escritos delante mío que dejé borrar, los aplausos que nunca escucharé, los telones que no veré caer ante mí, los desnudos que no mostraré, que no enseñé.

La dureza que me dió miedo alimentar, la dulzura que me aterró sacar a pasear, los miles de veces en que me debí callar, los gestos que murieron en mis dedos, los muebles que no quise inventar, las mujeres que no quise ser, las mujeres que no supe ser.

Los vientos con los que no volé, las fotos que destrocé, las perlas que pisoteé, los fantasmas hermosos que no aprendí a cazar, los instrumentos que nunca tocaré, las danzas que murieron en mis pies. Los niños que no salvé, los adultos a los que no toqué, los amores que borre, los pasados que inventé y que nunca contaré.

Todas, todas, todas esas vidas que no viviré, que ya sé que no viviré, las Emmas que no fui y no seré, las tierras que no hollaré, la piel que eliminé, las duchas, los días, las comidas, los vientos, las sombras, los cielos, las flores, los panes, las risas, los males, las heridas, los valses, las voces, los dolores, las amigas, los padres, las vidas, los muertos, la pareja, los dedos, tanto, tanto, tanto...imposible abarcarlo en una sola existencia. No puedo más.