miércoles, 7 de julio de 2010

Instantes

Gente, gente, gente, mar, playa, demasiado sol...y tan hermoso, gente, barcos tras los que se me va la imaginación y las ganas, cerveza helada a la orilla del mar, gente, calor bochornoso, sudor, protector solar hasta para salir a la calle, gente, muchos niños (niños borrachos, extranjeros, ¿dónde están sus padres?), pieles quemándose como si no pasara nada, el fresco del mar sobre la piel caliente, peces entre las piernas, azul, azul, azul, tantos tipos de azul...

Y calor sofocante, y extraños viajes a mi propio interior. El contraste entre el paisaje externo, tan extremo, tan hermoso, y la caverna interior, difusa, apasionante, esquiva, oscura, luminosa a ráfagas sorprendentes, y hay colores, y sensaciones, y certezas y monstruos que conjuro quedándome dormida.

Atardeceres frente al mar, y una copa de vino tumbada en una hamaca inverosímil mirando el negro intenso de la noche, música lejana, gente, gente, gente, algunos hombres, algunas miradas, risas, cansancio, la pesadez extraña en la piernas por haber viajado tanto sin haberme movido un milímetro en el mapa, las enormes, abrumadoras ganas de llorar, la alegría intensa y desconocida, el chorro de energía que llega hasta mí y que me pertenece y me asusta y me hace sentir poderosa.

Los horarios inverosímiles para una isla mediterránea, los compañeros ayudándome a descubrir cosas, a sentir, a decidir (cada momento una decisión, cada instante una puerta). Y las expectativas no cumplidas, y las imágenes que estorban, y los deseos que me llevan de mí a lugares en los que no sé si quiero estar. Y preguntarme, y volver a entrar en mí, y desesperarme, y aprender, y pasar calor,y la leche de almendras, y no hay horchata, y estoy comiendo poco pero qué más da.

Aquí estoy, aprendiendo.

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