martes, 15 de febrero de 2011

La tierra del olvido

Hay lugares que viajan en las canciones, lugares en los que estuviste y a los que ya no puedes volver, lugares que ahora sólo puedes rozar con la punta de los dedos, de la memoria, cuando vuelves a escucharlas. Entonces el tiempo desaparece, las células se hacen jóvenes, olvidan lo aprendido y los pies bailan solos. No importa el frío de fuera, ni la lluvia espesa, no importa el ruido ambiente, ni los años, ni los besos, solo la danza, el corazón latiendo fuerte en su caja, la sonrisa, los recuerdos.

Y si te quedas un rato podrás ver cómo se desdibuja tu vida, cómo las aristas desaparecen, cómo se te despeina la melena llevada por el viento, cómo te crecen las uñas, cómo pasan deprisa los días para devolverte al pasado, a la risa, al infarto, a la sorpresa.

Pero los espejismos tienen fecha de caducidad, las burbujas siempre acaban estallando, y te quedas varada en tierra con un regusto extraño en la boca, mezcla de añoranza, de la alegría pasada, y de tiempo encima. También de sapiencia, de indulgencia hacia quien fuiste y ya no eres, de una especie de ternura hacia esa otra que se equivocaba tanto pero que quería tanto y tan mal.

Ha pasado el tiempo, es cierto, y ahora todo está bien, las cosas fueron como fueron y está bien que así sucedieran, fue lo mejor. Pero a veces, sólo a veces, se encuentra una imaginando en alas de una vieja canción qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido distintas, o ni eso, tan solo añorando un ratito esos ardores, esos suspiros, esos miedos, esas muertes ciertas, esa intensidad que tiene la vida cuando te lanzas al vacía en alas del amor o del deseo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario