viernes, 4 de febrero de 2011

Un guardián en la noche

Está oscuro, no veo nada, así que me paro para no caerme, para no tropezar y acabar en el suelo. Entonces me doy cuenta de que quizá ya me caí, de que esto que creo la pared es el suelo en realidad, que no estoy apoyada sino tumbada sobre la tierra fría, porque eso sí lo notan mis manos, es tierra.

Si grito reverbera mi voz, sólo yo me contesto repitiendo mi llamada, está claro que aquí no hay más gente y que este es un lugar muy grande, una cueva posiblemente. ¿Pero cuándo entré yo en una cueva, cómo llegué a esta caverna?. No estoy sola, hay una serpiente a mi lado, carne de mi carne, que ser ríe todo el tiempo, que me dice que me engaño, que se burla de mis pasos, que se me pone delante para hacerme caer, que se me enrosca en el cuerpo aturullándome con sus siseos malintencionados, que me dice al oído lo que mas temo escuchar. Pero no puedo arrancármela de encima, siempre regresa, amparada por la oscuridad que nos envuelve.

Recuerdo las voces que me decían "confía, confía" y casi no entiendo las palabras. Pero me agarro a ellas porque son lo único que tengo. Por eso decido confiar en lo que siento: el frío, la humedad, la tierra que tocan mis manos, la oscuridad que se muestra ante mis ojos abiertos pero impotentes. Mi latido nervioso, el sonido de mi respiración, mis ganas de llorar. Por lo menos sé que estoy viva, estoy viva, estoy viva. Porque la vida, el amor, la alegría, están por aquí cerca, en algún lugar que sólo puedo intuir, que me gusta imaginar, pero que no encuentro en esta negra vastedad.

Y como no encuentro la salida decido quedarme quieta donde estoy, sentada y sin moverme, intentando tener los ojos cerrados para no asustarme más, para fingir que fuera hay luz, luz de algún tipo. Y si no puedo agarrarme a nada, si no existe nada ahí fuera, aquí dentro sí hay algo, estoy yo. Y duelo. Algo es algo.

Dentro de lo poco que puedo elegir, sí hay algunas cosas que puedo hacer. Por eso voy a convertirme en un guardián en la noche, ("paciencia, perseverancia, confianza") no planificando nada, esperando realizar el próximo acto de amor, mirando horrorizada la realidad de mi propia muerte, de la pérdida del camino, viendo de frente la verdad por una vez. Duele. Algo es algo.

Y pongo todas mis fuerzas en confiar ("confía, confía, confía"). Confío en que aprenderé. Confío en que, a pesar de estar donde estoy, un día las cosas serán diferentes. Un día mis ojos se habrán acostumbrado al ambiente, o mis oídos aprenderán a captar las distancias por las diferencias de resonancia de mis movimientos, y pueda salir de aquí convertida en una especialista en espeleología con una piel de serpiente en la mano, en una avezada guardiana de la noche, de esta noche oscura del alma.

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