martes, 20 de septiembre de 2011

De vuelta

He vuelto. Y si esto funciona como en la vida real, que no sé, debería pedir disculpas, imagino. Nadie se marcha de repente de un lugar sin despedirse, ignorando a quienes te acompañan, les conozcas o no. Si siempre saludo al conductor del bus mientras pago mi billete o me despido de la cajera del súper cada semana entre un mar de bolsas ¿no debería haber dicho un hasta luego, un nos veremos, no debería haber pergeñado una disculpa, una razón, para marcharme?

En mi descargo diré que no sabía que me iba, lo cual es raro, porque en la vida real uno sabe siempre que se va, lo notas en las articulaciones de tus pies, en que los objetos se mueven hacia atrás para dejarte espacio, en que abandonas muebles, papeles pintados, luces artificiales, ¡incluso caras! para sumergirte en un paisaje diferente. Pero aquí no es así, el movimiento es más sutil, tanto que no hace falta ni la intención de moverte: quedándote quieta, no haciendo nada, te marchas. Se me ocurre que quizá no es solo la red donde esto ocurre, debe haber otras muchas situaciones en la vida (la amistad, el amor, el trabajo quizá) donde pasa lo mismo: o mueves los pies para quedarte o te marchas sin remedio.

No sé bien por qué me fui, últimamente colecciono más incertidumbres que de costumbre, no encuentro los porqués de casi nada de lo que me sucede, así que quizá me estoy volviendo sabia como Sócrates, que sólo sabía que no sabía nada. (Hummmm, esto me gusta, me gusta mucho!. A ver si recuerdo esta frase cuando me vuelva una abuela desmemoriada, no sabré qué he desayunado ese mismo día ni dónde está el baño de mi casa ni cual es mi nombre pero por eso mismo estaré segura de haberme convertido en una mujer sabia. ¡Es perfecto!). Así que, al no conocer los porqués, no se me ocurre una disculpa convincente que ofreceros salvo el recurrido “lo siento” de costumbre.

He vuelto, pues. Lo que no sé es cuanto tiempo me quedaré, todavía no domino esto del movimiento sin moverme.

1 comentario: