lunes, 23 de agosto de 2010

Coexistencia

A veces el cuerpo no se pone de acuerdo consigo mismo, y es extraño, porque para cosas mucho más complicadas y especializadas como hacer la digestión de una paella o gestionar los residuos tóxicos no tiene problema ninguno en organizarse.

A veces el tronco quiere dormir pero la cabeza da vueltas y vueltas como si la cosa no fuera con ella, perdida en sus locos laberintos de los que sólo ella sabe. Y mientras el estómago dice que tiene hambre y quiere que la mano y los dientes hagan algo al respecto pero tu energía no está para ponerse a rebuscar por la nevera. A veces tienes un sueño enooooorme y entonces tu vejiga decide que es un buen momento para deshacerse de la cerveza de la cena. A veces,en el momento del descando comienzan o correr culebrillas por el cuerpo que no sabes muy bien a qué se deben, pequeños y potentes riachuelos de energía rebullendo que te dificultarán dormir. A veces tu sexo se despierta de repente y se pone en contacto con tu cabeza por ese teléfono rojo que esos dos tienen para transmitirse los mensajes urgentes y ponerse de acuerdo, porque al fin y al cabo es sencillo alargar el brazo para tocar otra piel distinta que duerme a tu lado pero el resto del cuerpo está tan, tan cansado que las órdenes no llegan a los dedos. Y entonces sientes que estás formado por multitud de fragmentos independientes, cada uno con sus propias necesidades y prioridades. Y si te pones a pensar más te entra el vértigo porque en medio de todo ese berenjenal no sabes muy bién dónde estás tú, ni siquiera quien de todos eres tú.

¿No es extraño? Es cuando el cuerpo demuestra que es un compuesto, una idea, una sociedad gigante que vive junta porque le conviene,es cuando el cuerpo más se parece a una ciudad, donde siempre hay alguien con ritmo diferente al de la mayoría, multitud de seres con distintas inquietudes e imágenes de cómo debe ser la vida, el mundo, los próximos cinco minutos. Nuestras células viven juntas sólo porque les interesa, no porque se quieran, mucho menos porque nos quieran a nosotros que debemos ser para ellos como para la humanidad es la idea de Dios, algo que se intuye pero de quien no hay constancia.

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