viernes, 20 de agosto de 2010

tres de la mañana

No sé muy bien qué ha pasado pero tengo un claro desfase horario con el resto del mundo (entendiéndose como "resto del mundo" el reducidísimo grupo de personas con el que me relaciono). Cuando ellos se levantan yo estoy muerta de sueño, cuando voy a desayunar ellos ya andan por el almuerzo, las tardes se me hacen muy cortas porque tengo mucho sueño y aunque intento levantarme de la siesta a horario decente, mis ojos no se abren cuando yo quiero sino cuando pueden. Por las noches todos tienen sueño menos yo, que no sé muy bien que hacer conmigo, hay demasiado silencio como para ponerme a estudiar música, y demasiada confusión en mi cabeza para acciones intelectuales de más envergadura. Queda la lectura (a este paso me termino toda la biblioteca municial este verano) y la tele (que siempre me posibilitaría una tesis doctoral posterior sobre las infinitas maneras que nos proponen de perder el tiempo y la de dinero que se gasta por ahí para producir mediocridades).

Si viviera en una isla desierta (pero con biblioteca e internet) no tendría esta extraña sensación de ir con el paso cambiado, haría como se supone que hace "el buen salvaje": seguir mi instinto y comer cuando tengo hambre, dormir cuando me entra el sueño y tocar el chelo cuando me rota (no sé si "el buen salvaje" tendría chelo, la verdad). Tampoco sabría qué edad tengo y eso me evitaría muchos quebraderos de cabeza sobre lo que es apropiado o no a mi edad, y como no habría espejos (¿qué pasa? ¿Acaso las bibliotacas y los espejos han de ir de la mano?) tampoco me calentaría la cabeza sobre como pasa el tiempo por mi cara, aunque sí por mis manos,, esas puedo verlas sin necesidad de espejos. Podría sentirme como me siento sin plantearme si es lógico a mi edad sentirme como me siento, y podría sentirme guapa el día que me levanto con esa sensación sin tener que adaptar lo que siento a la imagen que me devuelve el espejo. Podría estar horas y horas leyendo, parando solo cuando me doliera demasiado la espalda (es lo que tiene leer tumbada), o escribir durante horas sin interrupciones de ningún tipo. O podría tocar el piano a las tres de la madrugada, eso sería genial!

Claro que se me atrofiaría la voz de no utilizarla más que para cantar en la ducha (o la cascada, no me he imaginado cual sería mi alojamiento), esa voz que mi madre ha descubierto hace muy poco que es bonita, como si nunca me hubiera escuchado hablar! (y eso es imposible, hablo demasiado cuando estoy en fase con el resto del mundo). Tampoco podría comentar las cosas que leo ni los absurdos descubrimientos que hago. Ya, ya sé que para eso tengo el blog pero definitivamente la escritura tiene poco que ver con el lenguaje hablado. Y no sé si sobreviviría sin supermercado.

En fin, que aquí estoy, desvariando en pleno desfese horario. ¿Soluciones?

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