lunes, 9 de agosto de 2010

Safari

Una lagartija aparece de repente a mi lado, no sabe de mí o no le importo, está absorta en una enorme (y repulsiva) hormiga con alas que no sabe que su vida corre un peligro inminente. Como este tipo de hormigas suelen aparecer en enjambres mi corazón está absolutamente de parte de la lagartija, aunque su aspecto no sea precisamente de pasarela de moda. Si en vez de un reptil fuera una persona todos consideraríamos de muy mal gusto aparecer con las tripas trasparentándose a través de nuestra piel. Eso no se le permite ni a los pálidos más pálidos del hemisferio norte. Pero ella no sabe de convenciones sociales, ni siquiera ha visto nunca un espejo, y si lo ha hecho seguro que confundió su reflejo con un congénere, así que no debe tener ningún tipo de complejo sobre su apariencia, qué suerte la suya!

Ahí la tienes, diminuta y terrible, inmóvil, esperando que la hormiga cometa un error en su deambular mareada por la luz de mi lámpara. Aquí me tienes, mirando, sintiéndome incluida en un documental del National Geografic pero sin leones (y sin viaje ni aventura, no sé si compensan las comodidades frente a la intensidad de la experiencia, pero menos da una piedra).

Tal y como me temía la la puñetera hormiga no aparece sola, trae dos amigas más y eso confunde a mi cazadora (a estas alturas me he erigido en una especie de entrenadora, de mentora en la sombra, por más que no tenga ni idea de cual es la mejor estratagia para que mi lagartija a la que no pienso ponerle nombre -odio cuando hacen eso en los documentales- me libre de la plaga y de paso tome su cena).

En vista de que mi luz parece atraerlas y estoy al lado de un jardín que imagino repleto de ellas y demasiado cerca de la lámpara, decido facilitarle la cosa a mi lagartija, que a estas alturas ha seguido a su presa hasta el suelo y se ha quedado deblada de un modo extraño después de un salto vertiginoso (para ella), quieta, seguro que luego le dolerá la espalda. Así que bajo la luz, es decir, intervengo en lo que veo, me adentro en el documental y, como era de esperar, la cago: la lagartija no entiende en absoluto por qué la luz se mueve de repente y decide que es más importante salvar el pellejo que cenar hormiga (al fin y al cabo no le cabe demasiado cerebro en esa cabecita transparente) y las hormigas se repliegan y se marchan.

En fin, a veces es mejor observar y dejar que las cosas pasen, sobre todo cuando estás metida en un documental.

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