domingo, 20 de marzo de 2011

Angel

Me mira llorar sentada enfrente de mí, con toda la luz del mundo en sus ojos hermosos. Lloro y lloro mientras ella me mira todo el tiempo, sonriendo, toda la ternura del mundo vive en su boca y en sus manos. No me abraza porque sabe que no quiero que lo haga, la prefiero ahí, mirándome todo el tiempo, esperando, tranquila ante mi explosión absurda, sin un atisbo de incomodidad o desaliento. Está conmigo pero no se convierte en mí, no me pregunta, no me consuela con la esperanza de que me calle, sólo mira, sonriendo, siempre sonriendo.

Alarga el brazo para acariciar despacito mi mano, recordándome sin palabras que hay un mundo ahí fuera, se sienta a mi lado para ofrecerme un pañuelo cuando lo necesito, y nos reímos juntas en medio de mis lágrimas de tanta pesadumbre, de tanto sentimiento sin razones obvias. No importa el tiempo, con ella nunca importa el tiempo, no tiene prisa, está aquí, eso le basta, parece bastarle: mirarme, tocarme despacio la mano, sonreír, viajar conmigo por lo que siento sin dejarse llevar del todo, para que una de las dos haga de ancla, para recordarme el camino de vuelta a casa.

Me quiere, eso me salva, me quiere de cualquier manera, no espera que cambie, no me pide que mejore , no me dice que he hecho mal. Sencillamente me mira y sé que me quiere. No sé por qué, no sé qué vio en mí ni por qué está conmigo, no sé cómo pude vivir sin ella hasta ahora.

Mi ángel Gabriel.

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