domingo, 19 de diciembre de 2010

Burbuja

Echo de menos el silencio, lo echo de menos de un modo casi físico, es una necesidad, siento la sed de una burbuja de silencio alrededor mío, un espacio donde no tenga que pensar ni contestar preguntas, donde nadie me pida opinión ni tenga que tomar decisiones ajenas a mi propio estado. ¿Egoista? Seguramente, sé que quedaría mucho mejor decir que me apetece un montón estar al pie del cañón impartiendo órdenes y risas, siendo comprensiva, escuchando a todo el mundo, sabiendo jugar el ruido.

Pero eso es lo que he hecho desde que vine de mi viaje...iniciático, navegar el ruido, vivir normal y corrientemente, hacer lo que debo, apechugar con un montón de cosas que finalmente no han sido tan cansinas como esperaba. Pero hoy necesito silencio, necesito estar sola para poderme encontrar, para observar mi cuerpo y descubrir dónde hay magulladuras producidas por tanto arrastrar muebles, dónde mis células piden cuidado, dónde necesito descansar y qué es necesario movilizar. Necesito saber quien soy ahora, en este momento, dónde estoy, sólo para reconocerme en el espejo, para no perderme.

Pero hay tanto, tanto ruido... Y es el ruido que toca, lo sé, no le puedes pedir a los pájaros pequeños que dejen de piar, que no entrenen su voz, que no hagan pruebas de vuelo a tu alrededor, que no lo intenten, que no te reten, que no te miren pidiéndote el mundo. Así que me visto de adulta intentando dar lo que hay que dar y por dentro me pongo en estado de alerta, procurando cazar pequeños, diminutos instantes de silencio que nunca resultan suficientes, buscando huecos entre los segundos, haciendo que trabajo para ponerme a escribir que necesito silencio, que me muero por un poco de silencio, que me hace falta el silencio casi como el aire.

Así que aquí me tienes, estirando este momento precioso, este ratito de escucha tranquila, oyendo una y otra vez esta canción de Ben Harper que me ayuda a concentrarme, a crear esta burbuja (¡por fin!) tan frágil y tan hermosa, a satisfacer mis ganas de saludarme con calma, de quedarme en el presente, de dejar de planear y estructurar y hacer cajas y cajas de objetos y decidir prioridades y organizar las horas y atender animalitos. Estoy sola, conmigo, tranquila, no me lo puedo creer, así que doy gracias al dios de las pequeñas cosas, al que guarda las piedras hermosas que se recogen el la playa y pone luces extrañas en los árboles después de la lluvia, al que permite extasiarte anta una voz lejana, al que inventó los reflejos en el agua, al que metió una montaña de placer en un bostezo, al que me permite vivir esta paz repentina frente a algo tan prosaico como un ordenador en una habitación abarrotada y polvorienta. Paz, por fin paz, qué descanso!

2 comentarios:

  1. ¡por qué cosas tan bonitas das las gracias al dios de las pequeñas cosas!
    ¿puedo añadir algo? ¿me dejas? es lo hermoso que tienen este tipo de listas, que te ruegan que continues tú, o que hagas la tuya. son una invitación.
    mientras la respondo, mientras hago mi lista, juego a continuar la tuya y así doy las gracias a ese dios por la brisa suave que mece la cebada o el trigo, por la levedad de la nieve y la belleza austera de los árboles desnudos en invierno, por la hierba encerrada en una cápsula de hielo después de una helada nocturna, por el murmullo del arroyo, por los paseos solitarios en los que encuentras un color que no esperabas en el tronco de un árbol o la danza en el aire de algún insecto.
    y por el calorcito del cuerpo amado en la cama, por el palcer renovado de los desayunos
    por eso, gracias
    y gracias a tí
    Magda

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  2. Y por el olor del café, y por el tacto caliente de algunas pieles, y por loa infinitos colores de que se viste el mar y...

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