lunes, 20 de diciembre de 2010

Un cansancio mojado

Estoy cansada, estoy tan, tan cansada que me pondría a llorar. No sé qué tienen que ver el cansancio y las lágrimas pero es lo que me suele ocurrir: en cuanto siento un cansancio tan grande de lo que tengo ganas es de llorar. Quizá es que mi cuerpo está tan lleno de cansancio que no le cabe ese 70% de agua que se supone tenemos todos en las células, y rebosa (o lo intenta, porque normalmente no me permito este tipo de llanto absurdo...¿absurdo?, estoy tan cansada que no sé lo que me digo).

Si la realidad fuera una invención exclusiva de nuestra mente, cosa que no dudo realmente, si nuestra cabeza estuviera realmente (dos realmente seguidos, es el cansancio, no tengo fuerzas para buscar otra palabra, mejor lee la frase saltándote este paréntesis) bien entrenada para la invención consciente de la realidad, yo habría inventado para este instante una cama hecha de nubes calentitas donde poder tumbarme mientras un hombre hermoso de los que no inspiran inquietud de ningún tipo, comienza a darme un masaje despacio por mi cuero cabelludo, muy lentamente, deshaciendo con sus dedos las marañas de sucesos tontos de este día tan largo, soltando los recuerdos y los esfuerzos. Si yo fuera una maestra en esto de crear realidades, estaría desnuda en mi nube sin tener una pizca de frío, sintiendo lo que se siente cuando te tumbas al sol en la playa una tarde hermosa de primavera, y estaría absolutamente tranquila en mi cuerpo, feliz y contenta, como imagino que lo están las panteras cuando se desperezan, sin plantearme nada acerca de mi desnudez o de la mirada de mi ángel masajista.

Si supiera inventar de verdad como dicen que inventamos absolutamente todo con nuestra cabeza, inventaría a una mujer hermosa de larga melena negra que lavara mi cuerpo inerte con una esponja suave y un agua especial capaz de quitar de mi piel los dolores musculares de tanto apilar cosas, de llenar de dulzura mis miembros con solo mojarlos, de devolverme con cada pasada de esponja la inocencia de los primeros años sin quitarme lo que tanto recorrido me ha costado aprender, de volverme joven, o sea, liviana.

Pero aunque mi mente esté inventando este ordenador, y la música que escucho incansable para aislarme del ruido, aunque yo haya inventado (sin querer, lo juro) la bata infame que ahora llevo puesta y la cinta en el pelo y las zapatillas viejas, aunque haya inventado mi vida entera, todavía no le tengo cogido el truco a la belleza pura y dura, a lo que me han enseñado que se sale de las leyes de la física y de la cultura en la que vivo, así que lo único que sé inventar son lágrimas, lágrimas para cuando estoy tan cansada y todavía no es tiempo de dormir, sólo sé inventar un cansancio sin risas, un cansancio mojado.

2 comentarios:

  1. ...pero no inventamos la realidad. Tenemos sobre ella un punto de vista que modifica mucho nuestra percepción acerca de las cosas. Pero no la inventamos. El torturado no inventa a su torturador, ni la mujer violada inventa a su violador ni el niño maltratado inventa a su maltratador. Esas realidades se sufren, a menudo sin motivo, sin nada que nos permita comprender. Porque el azar existe y no lo controlamos todo. No inventas tu cansancio. Pero eliges tu bata y reirte de ella y hacerme reir con ella. Eliges escribir estas líneas. Eliges el humor y el sueño y compartir ambos. Y esa elección tuya hace, seguramente, de tu cansancio otra cosa. Eso creo.
    Magda

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  2. Dicen que la gente que hace milagros sencillamente ha aprendido a crear la realidad saltándose las leyes de la física, que también hemos creado nosotros. Según eso ¿inventó Jesús a Judas, a sus maltratadores, a Pilatos? Más aún ¿quién inventó a Jesús?. Porque quien lo inventará convirtió en realidad para millones de personas su existencia!!

    Y ahora voy a crear un rato de dormir, que me lo he ganado inventando un montón de trabajo y llevándolo a cabo.

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