martes, 11 de enero de 2011

Agua



Tengo que ir a tirar el reciclaje, hay cajas por abrir de las que sí se dónde colocar su contenido, hay cuentos que buscar y estudiar, e hilos argumentales que sacar de la nada, seguro que hay ropa que plachar y podría ponerme a intentar fregar los cacharros sin agua corriente. Hay muebles que montar, y textos que memorizar, hay sesiones que planificar, hay niños que recoger, que bañar, que vigilar para que hagan los deberes.

Pero ha aparecido un pozo artesiano de la nada, una fuente de enorme fuerza saliendo de mi pecho desde el fondo de la tierra, una tierra que no es exactamente la que pisamos, esa tierra cotidiana que nos sostiene sin pedir nada a cambio, sino aquella otra que sabe de lo que nosotros ni siquiera intuimos, la que nos vió nacer y nos verá morir, la que nos observa caminar benevolente mientras lo destrozamos todo. En algún lugar en el interior de esa tierra extraña hay un lago negro, profundo, hermoso y atemorizador donde se estanca en un agua helada toda la tristeza del mundo, la que tiene las razones más lógicas y la que no necesita de motivos para manifestarse. Y una mínima parte de toda ese agua infinita está brotando ahora de mi cuerpo, anclándome al dolor, haciéndome pesada y extraña, alejándome de la vida cotidiana.

Y la tristeza trae en marea un montón de preguntas acerca de mi propia vida que debieron quedarse enganchadas en algun lugar de mis entrañas y que ahora aparecen flotando en medio de este desastre de casa inundada, preguntas sobre el paso del tiempo y la arrugas, sobre la futilidad de la existencia, sobre los propósitos no cumplidos, sobre el sentido de la vida, de mi vida, sobre los dones reales o imaginarios y cómo se manifiestan, sobre la ceguera y el miedo, sobre la dirección, sobre el amor y la muerte. Y me ahogo es esta agua sucia que todo lo remueve, que me estropea los muebles, que descoloca las alfombras y se carga la tele, que mancha las paredes antes impolutas, que deshace las cajas que tanto me costó llenar, que desdibuja lo que sé que es cierto y me impide mirar el lugar en que estoy parada, que convierte en absurdo cualquier intento de actividad cotidiana.

Y si pudiera, si supiera, excavaría un hueco en mi pecho para taponar con mis propias manos este surtidor que me atraviesa, para sacar todos los hilos que tengo desordenados en el corazón, para estirarlos en el suelo, para gritarles, para bailarlos, para cantar de pena, para grabar mis idioteces, para convertirlos en algo que valga la pena, para volverme un robot eficiente porque los robots no duelen, para volver a ser quien soy aunque no sepa nombrarme.

Hace tiempo ví una fotografía de Gregory Crewdson de una Ofelia moderna, ahogada en el salón inundado de su casa, vestida con un mísero camisón blanco y aun así hermosa e inquietante como toda Ofelia que se precie. No me quiero convertir en Ofelia pero hay tanta tristeza en esta habitación que me resulta difícil nadar y nadar dando vueltas sobre mi misma, con la ropa pegada a mi cuerpo, buscando sin encontrar un lugar por dónde salvarme. Me pondría a llorar para no ahogarme como ella. Pero no quiero asustar a los niños.

2 comentarios:

  1. ¡Que casualidad!
    Yo también ando con preguntas sobre el paso del tiempo, las arrugas, lo fútil de la existencia, los propósitos que ni me hago (total para no cumplirlos), el sinsentido de la vida en general y de la mía en particular, los dones que no tengo y los que tengo y son peor que un dolor de muelas. Lo de la ceguera, el miedo, la dirección, el amor y la muerte me lo reservo para más adelante, no vaya a ser que en primavera me quede sin motivos de depresión ;-)
    Vaya mierda lo de estar jodida, pero habrá que hacer lo de siempre, tirar hacia delante y si no puedes más llorar aunque te vean los niños. Se pueden hacer cosas mucho peores delante de los niños, llorar no es tan malo.

    Me gusta la foto inquietante, y tu blog.

    Besicos Emma

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  2. Vaya tela con las preguntitas de marras, ¿verdad? Pero como no es algo que (aparentemente) una elija, pues ajo y agua. Y en cuanto a llorar delante de los niños, tienes razón, hay cosas peores, pero me mata la montaña de explicaciones que tendría que dar para dejarlos (y dejarme) tranquila.

    Y a mí también me gusta tu blog!

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