martes, 30 de noviembre de 2010

Otro tipo de heroe

Lo difícil no es caminar, no es mover el día, hacerlo avanzar sin pretensiones de llenarlo de nada en concreto. Lo difícil no es estar ahí, de cualquier modo, haciendo esfuerzos para no oír lo que tus tripas rugen. Lo difícil no es ir a trabajar todos los días, y vivir una vida plana y tranquila. Lo difícil no es mantener una relación estable, o subir una montaña de facturas o decidir qué hacer de comer cada día. Lo difícil no es levantarse del calor de la cama en pleno invierno, o escuchar por enésima vez los problemas de tu amigo, o buscar calcetines desparejados en el fragor de la mañana.


Lo difícil es seguir el rumor de la propia sangre, distinguir su sonido de todos los otros que nos ciegan o nos confunden. Lo difícil es enfrentar tu propia mirada en el espejo y decir "esta soy yo", sin alabanzas, sin desprecios, y admitir que hay cosas que nunca sabrás hacer bien, y otras que solo podrás emprender de una determinada manera. Lo difícil es construir tu propio edificio aunque no siga las reglas marcadas por todos, saber que donde tu empiezas quizá otros terminan, y asumirlo.

Lo difícil es escuchar tu latido y caminar a su ritmo, por mucho que se aparte de la sinfonía general, por mucho que contraríe las leyes no escritas. Lo difícil es mirarte de verdad, sin maquillajes, sin falsas esperanzas, sin justificaciones, pero también sin llantos ni odio, sin ajustes de cuentas pendientes, sin lamentos. "Esta soy, esto hice". O "esta soy, así me muevo". Algunos gritamos más de la cuenta, otros nos asustamos mucho todo el tiempo por cosas que otros ni ven. Algunos reímos sin parar para fingirnos felices, otros reímos sin más, unos corremos todo el tiempo, otros necesitamos tumbarnos a cada poco para digerir la vida.

Lo difícil es cargar nuestro propio saco de fracasos y maldades sabiendo que no tienen remedio, que lo que pasó quedó grabado en piedra para siempre, lo difícil es pararnos sobre los propios pies y dibujar nuestros mapas, los que solo nos sirven a nosotros y a nadie más.

Lo difícil es sabernos malos o mentirosos, o un poco canallas, o unos pésimos pagadores, o miedosos hasta la nausea. Lo difícil es observar todo esto y arroparte con ello como quien se pone una capa. Y caminar con toda la dignidad que puedas reunir en medio del ridículo. Que ya es bastante.

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