sábado, 19 de junio de 2010

Cuerpos

Hoy me he enamorado de un niño de 16 años! Bueno, vale, no ha sido amor, pero me pareció un buen comienzo. Hay algo muy atrayente en la destreza física, algo magnético. Cuando miro a alguien capaz de hacer algo con su cuerpo de lo que la mayoría nos consideramos incapaces, cuando le veo por ejemplo golpear un balón con precisión milimétrica, o hacer que una bola amarilla vaya de un golpe de raqueta justo a donde esa persona quiere que vaya, o veo tocar una guitarra eléctrica con pasión y precisión, o a una bailarina de ballet hacer un salto imposible, cuando veo a los campeones olímpicos, a los grandes intérpretes de música clásica, cuando veo a un escultor en proceso, o dibujar a un pintor, siento una sensación potente, a veces abrumadora, dentro de mí. Una mezcla de reverencia, respeto, deseo sexual, sorpresa, curiosidad, y agradecimiento, porque no todos los días vemos a alguien entregado a fondo a lo suyo, sea lo que sea lo que haga.

Nunca nos damos cuenta pero nuestros cuerpos son perfectos, máquinas de precisión que nos acompañan en todo momento, que responden milimétricamente a nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestras intenciones, nuestra voluntad. No importa la forma externa que tengamos, si nos parecemos hermosos a nosotros mismos o no, si cambiaríamos algo (siempre queremos cambiar algo de nuestro cuerpo), si cuando nos miramos vemos más lo que se fue que lo que está, no importa si nos dedicamos a comparar esta cara nuestra de ahora con la que alguna vez tuvimos, este cuerpo nuestro con cualquier otro cuerpo más publicitado que el nuestro, no importa lo que pensemos porque nuestro cuerpo, ese cuerpo absolutamente nuestro, absolutamente personal e intransferible, absolutamente único, es perfecto.

Mi cuerpo no me ha fallado nunca, siempre me ha seguido a donde he querido llevarlo, no se pone enfermo casi nunca, no se ha roto nada, no ha dejado tirada en momento s importantes, ha parido velozmente y sin complicaciones, es, como digo, un cuerpo perfecto. Sé que tengo suerte, nadie elige el cuerpo que va a habitar,y el mío por fuera no está mal, digamos que es un cuerpo delgado standard para el lugar donde vivo, pero lo mejor que tiene es este seguirme a todas partes, este estar de mi lado siempre, este funcionamiento silencioso y preciso del que hace gala. Sí, mi cuerpo es perfecto... como el tuyo.

Quizá por eso me estremezco cuando veo a alguien que sabe utilizar su propio cuerpo, que lo entrenó para algo muy concreto (y aveces muy tonto), que lo convirtió en instrumento para expresar cosas que sólo existen en la mente o en esa nube difusa que son nuestros sentimientos. Ver un cuerpo perfecto moviéndose perfectamente siempre tiene algo de erótico, no importa la forma externa del cuerpo en cuestión ni su sexo. Es un cuerpo moviéndose como el mío no sabrá nunca hacerlo, trabajando todas sus células en la misma dirección, convirtiendo algunos de sus movimientos posibles en arte, deporte, perfección. Siempre me ha parecido que tiene algo de sexual este saber mover un cuerpo exactamente como quieres hacerlo, sea cual sea el resultado.

Por eso, cuando hoy he visto a ese chico de 16 años tocando la guitarra eléctrica con determinación y maestría, he añorado los tiempos en que enamorarme era sencillo y unívoco, en los que era normal sentir...¿amor? por cada cosa viviente del otro sexo (o del mismo, que para el caso...). Por eso mis manos han deseado saber tocar la guitarra, mis oídos han querido estar en medio de todo ese sonido, mi cabeza se ha preguntado asombrada y curiosa cuánto tiempo le ha dedicado a su instrumento para acabar tocándolo así, cuántas horas, cuantos gritos, cuanta soledad, cuantos ensayos. Por eso, durante un ratito, y sin que sirva de precedente, he deseado tener 16 años. Sólo por un ratito, que conste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario