martes, 15 de junio de 2010

Laberinto

Acabo de darme de bruces, como quien no quiere la cosa, con una absoluta irrealidad en medio del mundo real: la agencia tributaria. No os voy a contar el caso detalladamente porque estoy segura que cada uno de nosotros hemos sufrido en nuestras carnes más de una vez algún tipo de inmersión forzada en el mundo irreal de la administración pública. Ya sabéis: documentos incomprensibles, colas, intentos de arreglar papeles en webs diseñadas por algún loco sádico, peticiones de datos hechas de tal modo que tienes la sensación de no saber hablar tu propio idioma...

Es curioso, porque en esta lucha que llevo conmigo misma, y que mas que una lucha se ha acabado convirtiendo en la crónica de un desastre, no esperaba que la irrealidad me atacara desde semejante frente. Cuando me encuentro en una de estas situaciones que os comento me siento extraña, como si de repente me hubieran metido en un mundo virtual formado por alambres brillantes, una ordenada e infernal cuadrícula de metal de la que imposible escabullirse. En este mundo irreal mis palabras ya no me pertenecen, no comprendo qué me dicen, lo cual me lleva a la más tierna infancia, cuando alguien en quien teníamos mucho interés (nuestro padre, nuestra abuela...) nos hablaba y poníamos una atención infinita para dominar esa lengua difícil, para saber qué nos pedían y poderlo dar (una sonrisa, un "ajo", unas pataditas...) Pues lo mismo pero más impersonal e intimidatorio.

En ese mundo tan raro que sostiene el nuestro, el real de las comidas, los coles y los viajes a l trabajo, todo es brillante y bruñido, no hay una sola superficie blanda que sugiera descanso, lo que al principio parece una sucesión ordenada de salas, o hilos, o pasillos, acaba convirtiéndose en un laberinto donde no hay puertas, o las pocas que aparecen están cerradas, o pintadas en el muro.

Creo que en el fondo es solamente un problema de empatía. Ya sabéis: yo domino el lenguaje, forma parte de mi día a día por lo que no se me ocurre pensar que al resto del mundo no le pasa igual. O es un problema de autoestima: esto debe ser muy fácil de dominar porque yo lo domino, dirá el agente tributario, o al revés, si no lo dominan, que se jodan y aprendan como lo hice yo.

En realidad no creo que casi nadie haya pensado en esto porque tengo la sensación de que casi nadie pensamos. Es un mecanismo de nuestro cerebro para concentrarse en la supervivencia y no perderse en mil detalles irrelevantes de cara a conseguir vivir un rato más. Por eso los coles siguen teniendo sirenas de fábrica en sus patios para marcar el recreo o el final de la jornada (no importa que no sean obreros sino niños, no importa que los vecinos lo sufran unas cuantas veces al día), o que sigamos usando bolsas de plástico indiscriminadamente (e intentad no utilizarlas y veréis qué divertido!).

Reconozco que tampoco yo estoy haciendo un ejercicio de empatía con el que diseñó la web de hacienda. Quizá ese día tenía fiebre o le había pasado algo malo a su familia. Quizá intentaba de veras poner a nuestro alcance su lenguaje y realmente bajó mucho el nivel, quizá verdaderamente soy tan tonta como me siento cuando me interno por estos mundos y él no tiene nada que ver. Quizá estoy a la defensiva desde que pulso la primera tecla y no le estoy dando una sola oportunidad, ni a él ni a mí, de entendernos.

En fin: que el borrador de la renta 2009 se me está tramitando, dice la web. Pero ¿eso quiere decir que llegará algo a mi casa? ¿O he hecho la renta sin enterarme? ¿Y cuándo llegará? La profunda, extraña irrealidad de lo real.

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