lunes, 14 de junio de 2010

Viajar

No se si os pasará lo mismo, pero yo cuando viajo sola me convierto en otra persona. Alguien mucho más callado, más oscuro, más reconcentrado, con más peso al caminar. Quizá no tiene que ver tanto con viajar como con estar sola, en silencio gran parte del día, con tiempo entre trabajo y trabajo, entre pueblo y pueblo, de estar conmigo misma, sin interferencias.

O quizá con lo que tiene que ver es con el tiempo infinito que aparece de repente por delante para imaginar, para imaginarte. Cuando se viaja en soledad desaparecen muchas de las referencias que marcan nuestra vida, que nos definen, por lo que se puede empezar a crear cualquier cosa a partir de una misma. Nadie te conoce, nadie sabe quien eres, no hay peligro de que nadie te reconozca por la calle así que puedes dejar volar tu mente y caminar de modo distinto, siendo otra. Y si te pones a imaginar has de coger personajes interesantes, claro, algo, alguien, alejado de tí, alguien que no sueles ser, alguien que no te permitirías nunca ser en la vida real. Porque ¿qué gracia tendría imaginarte en tu propia vida, siendo quien eres, con los mismos defectos, las mismas virtudes, las mismas canas, las mismas filias y fobias?

Si estás sola en otra ciudad puedes ponerte a elucubrar sin límite de tiempo, puedes meterte en la piel de otra, jugar a serlo durante todo el tiempo que dure el viaje. Lo más curioso es que cuando juegas a estas cosas en serio (y me refiero a creértelo de verdad, como juegan los niños y los actores, no a ponerlo en práctica realmente) la gente reacciona a tu papel. Me imagino que es una cuestión de energía...sí, sí, no es tan raro, todos lo hemos vivido. ¿O no hay personas que te dan buen rollo desde el comienzo, sin conocerlas prácticamente, o gente que no te gusta a la primera mirada? ¿O individuos que te parecen peligrosos por más que vayan bien vestidos? Pues esto es de lo que hablo, algo que los actores (y los niños, repito, y niños fuimos todos) conocen perfectamente, la capacidad de parecer otros sólo con la actitud, el modo de caminar, de mirar, de quedarte de pie.

Hay una parte de este juego muy divertida e interesante (e incluso digna de psicoanálisis si nos ponemos, no creo que todos elijamos los mismos personajes, las mismas situaciones) que hace que el tiempo pase más deprisa, que brille más el sol, que la vida cobre otra dimensión. Pero otra parte es profundamente triste, aquella que te obliga a comparar tus fantasías con la realidad, quien eres con quien te gustaría ser, lo que vives con lo que te apetece vivir. Seguramente este de la tristeza es un paso que no todos daís en este juego, eso significa que sois más listos que yo, abocada a menudo a la melancolía, viendo siempre lo que se pierde, lo que se va... aunque con el tiempo haya aprendido a valorar y disfrutar también lo que hay, lo que queda, lo que está ahora, en este instante, para algo cumple una años.

No os voy a contar a qué personajes juego cuando viajo sola, eso forma parte del misterio, sólo os diré que a veces volver resulta complicado. Demasiado tiempo sin pactar con nadie qué vas a hacer en los próximos minutos, demasiado tiempo haciendo lo que te da la gana, demasiado tiempo siendo completamente libre... Y sola, no lo olvidemos.

Buenas noches, soñadores.

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